Generalato
SVD

Participantes del 19 Capítulo General 2024 con el Papa Francisco

Al Papa Francisco, en Memoria Agradecida

Los Misioneros del Verbo Divino, en comunión con toda la Iglesia y personas de buena voluntad que con él han interactuado a favor de un mundo mejor, nos unimos con estas palabras de agradecimiento a nuestro pastor. Religiosos y laicos de la Familia del Verbo Divino, caminamos a la par en estos 12 años de pontificado. Es voluminoso el legado que nos deja Francisco a toda la Iglesia. Podemos delinear aquí sólo algunas facetas que nos ayuden a expresar nuestro reconocimiento y gratitud.

Una Iglesia frágil

Durante su pastoreo, Francisco aceptó el desafío de guiar a una Iglesia que mostraba síntomas evidentes de fragilidad. Con una actitud firme y humana, transparentó hacia fuera situaciones que herían al pueblo de Dios desde adentro. El flagelo de los abusos sexuales, sumado a denuncias por escándalo financiero en las cuentas del Vaticano, los planteos pastorales de algunos colectivos humanos, y la urgencia de cambios sustanciales en la administración vaticana, ocuparon su agenda, pero sin distraerlo de aquello que él traía como propuesta eclesial. Con severidad y compasión amplió la red de asesores que pudieran vislumbrar sendas nuevas en medio de estas viejas grietas. El acto simbólico por antonomasia fue su escalada silenciosa por la plaza San Pedro, vacía de feligreses, en plena pandemia del covid. Un verdadero acto profético que estremeció a la Iglesia y la llamó del letargo a poner su mirada y confianza en Dios. La fragilidad humana fue una constante carta de presentación de sí mismo a sus interlocutores. Aquejado por varias dolencias, perseveró en responder a las cuestiones diplomáticas y pastorales. Aún en medio de las fragilidades, ofreció la otra faceta de la Iglesia, también presente en muchas partes del mundo, a fin de reforzar una de sus convicciones más profundas: ‘la alegría del Evangelio’.

Una Iglesia dialogal

Francisco pudo transmitir a toda la Iglesia aquello que venía elaborándose en sus años de pastor en Argentina. La manera más contundente de expresar su corazón fueron los escritos que nos legó, cuya temática común podría comprenderse en la siguiente frase: “La ternura de Dios nos capacita para el cuidado mutuo.” Aquí hay dos premisas fundamentales en la enseñanza papal. La primera es su firme fe en la misericordia divina (Dilexit nos), que sobrepasa cualquier juicio humano, que alcanza a los más sencillos y a los grandes pecadores, que eleva en dignidad a quienes han sido ultrajados y colma de esperanza a los que han sido dejados a la vera del camino. La segunda premisa es tan penetrante como la anterior. Se trata de la ‘cultura del cuidado’. En primer lugar, su nombre pontifical lo conectó directamente con el ‘pobre de Asís’ y con el ‘profeta nazareno’. Ellos fueron sus referentes para estar cercano a los últimos (de manera particular a los migrantes y refugiados, a los niños y a los ancianos, a los prisioneros y enfermos). Amplió esta urgencia del cuidado a toda la creación (Laudato Si) y a la nueva humanidad (Fratelli Tutti), cuya construcción está en nuestras manos. Esta cultura del cuidado atraviesa todos los estamentos de la vida humana (familia, educación, instituciones, gobierno, comunidad eclesial, etc.) y se convierte en la respuesta necesaria ante tantos signos de fragilidad.

Además de la expresión escrita, Francisco fue testimonio de una Iglesia que sale al encuentro para dialogar con otras situaciones. Sus viajes apostólicos a países minoritariamente católicos, sus encuentros con representantes de gobiernos no occidentales (recordemos su gesto de besar los pies de los líderes enemistados de Sudán del Sur) y líderes religiosos (numerosos eventos donde recalcó la importancia de anteponer la dignidad humana por sobre la religión y la violencia). La convocatoria al sínodo sobre la sinodalidad fue un verdadero impulso del Espíritu, abriendo espacios e instancias de mayor comunión, participación y misión. Por primera vez en la Iglesia un sínodo de obispos se puso a la escucha del pueblo de Dios en la representación de numerosos laicos, entre ellos mujeres comprometidas, consagradas y eruditas.

Una Iglesia misionera

Francisco nos compartió su sueño de una Iglesia en salida misionera a las periferias existenciales. Con neologismos, nos urgió a vivir una Iglesia abierta a todos, ocupada con alcanzar a los últimos, ensangrentada por ocuparse de los heridos. Con imágenes elocuentes, el papa nos urgió a todos a salir del triunfalismo eclesial y el clericalismo para abrazar a nuestra Iglesia frágil y enferma, a superar estructuras caducas y anquilosadas por procesos de evangelización, a vencer la distancia entre clero y feligresía para crecer juntos como pueblo de Dios en el discernimiento del Espíritu.

Los Misioneros del Verbo Divino honramos la memoria de Francisco también por los dos momentos que nos regaló como Congregación durante los recientes dos capítulos generales (2018 y 2024). En ambas alocuciones, Francisco nos alentó a vivir a pleno nuestro carisma misionero, promoviendo una iglesia sinodal y en salida. Entre otras cosas, el papa nos instó a ser profetas de esperanza y de paz; a no claudicar ante el avasallamiento de tendencias e ideologías que confunden y dispersan; a enraizarnos en la Palabra de Dios para convenir un mensaje sencillo y claro a nuestras comunidades; en forma cercana y empática.

En nombre de toda la familia misionera del Verbo Divino, religiosos y laicos, agradecemos a Dios por tantos gestos de humanidad, hermandad y paternidad que Francisco nos regaló. Hacemos nuestra su constante solicitud pidiendo ahora su intercesión: ¡Francisco, ruega por nosotros!

P. Marcelo Cattáneo SVD
Secretario General de Misión

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