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Bajo el Cielo Africano: La Vida de un Misionero en Orkesumet
Dos semanas después fui enviado a la Escuela de Idiomas Luterana en Morogoro, donde estudié kiswahili durante tres meses. El entorno tranquilo de la escuela era ideal para el aprendizaje, aunque había que estar atento a los traviesos monos de las montañas cercanas, siempre listos para arrebatar cualquier objeto desatendido. Posteriormente, puse en práctica el idioma en una parroquia cerca del monte Meru, donde el clima frío marcó el inicio de mi nueva vida como sacerdote misionero.
Mi primer destino fue la Parroquia de San Agustín en Orkesumet, un pequeño pueblo en el distrito de Simanjiro, en la región de Manyara, Tanzania. Ubicado a 200 kilómetros de Arusha, el pueblo está habitado principalmente por el pueblo masái, conocido por su resiliencia y diversidad de medios de vida. Aunque la agricultura prospera con cultivos como el maíz y los frijoles, la ganadería sigue siendo la principal fuente de ingresos. La tierra fértil favorece tanto la agricultura como la cría de ganado, lo que permite a la comunidad equilibrar la modernidad con la preservación de sus ricas tradiciones culturales.
La vida misionera en Orkesumet es única, especialmente la Misa dominical, que requiere una semana de preparación. El coro parroquial ensaya casi a diario y los domingos la gente llega con vestimenta colorida, ofreciendo acciones de gracias en forma de dinero, comida o incluso ganado. Durante una Misa memorable en una lejana estación misional, un anciano ofreció una vaca como ofrenda. La celebración es extensa y animada, enriquecida con el sonido de tambores, flautas improvisadas y percusión rítmica, convirtiéndola en una experiencia espiritual profundamente conmovedora.
Visitar las estaciones misionales es uno de los aspectos más emocionantes del trabajo misionero. La más cercana está a 30 minutos en coche, mientras que la más lejana requiere entre una y hora y media de viaje. Los caminos son de tierra y difíciles de transitar, especialmente en la temporada de lluvias, cuando se vuelven resbaladizos. El tráfico suele estar compuesto por ganado, cabras, ovejas y burros que transportan agua. Sin embargo, el viaje es una inmersión en la naturaleza, ofreciendo vistas de coloridas aves, ciervos salvajes, jirafas, cebras, gacelas y ñus. Incluso las tortugas que avanzan lentamente recuerdan el proverbio suajili: «Haraka, haraka, haina baraka» («La prisa no trae bendiciones»). En las estaciones misionales, celebramos la Misa en pequeñas capillas o incluso al aire libre, donde los árboles hacen de paredes y techo. Las confesiones suelen escucharse bajo la sombra de un árbol.
Orkesumet es un lugar extraordinario donde la lluvia es verdaderamente una bendición. La profunda conexión de la comunidad con la naturaleza es evidente, al igual que su respeto por las tradiciones familiares y su estilo de vida sencillo pero significativo. Aquí se puede encontrar a Dios no solo en las personas, sino también en la vida silvestre que las rodea, convirtiendo este lugar en un campo misionero extraordinario y enriquecedor.
Peter Bulosan, SVD